La verdad sobre el hombre: La dignidad humana
304.
Visión cristiana del hombre, tanto a la luz de la fe como de la razón,
para juzgar su situación en América Latina en orden a contribuir a la
edificación de una sociedad más cristiana y, por tanto, más humana.
1. Visiones inadecuadas del hombre en América Latina
1.1. Introducción
305.
En el misterio de Cristo, Dios baja hasta el abismo del ser humano
para restaurar desde dentro su dignidad. La fe en Cristo nos ofrece,
así, los criterios fundamentales para obtener una visión integral del
hombre que, a su vez, ilumina y completa la imagen concebida por la
filosofía y los aportes de las demás ciencias humanas, respecto al ser
del hombre y a su realización histórica.
306.
Por su parte, la Iglesia tiene el derecho y el deber de anunciar a
todos los pueblos la visión cristiana de la persona humana, pues sabe
que la necesita para iluminar su propia identidad y el sentido de la
vida y porque profesa que todo atropello a la dignidad del hombre es
atropello al mismo Dios, de quien es imagen. Por lo tanto, la
Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina exige de
la Iglesia una palabra clara sobre la dignidad del hombre. Con ella se
quiere rectificar o integrar tantas visiones inadecuadas que se
propagan en nuestro continente, de las cuales, unas atentan contra la
identidad y la genuina libertad; otras impiden la comunión; otras no
promueven la participación con Dios y con los hombres.
307.
América Latina constituye el espacio histórico donde se da el
encuentro de tres universos culturales: el indígena, el blanco y el
africano, enriquecidos después por diversas corrientes migratorias. Se
da, al mismo tiempo, una convergencia de formas distintas de ver el
mundo, el hombre y Dios y de reaccionar frente a ellos. Se ha fraguado
una especie de mestizaje latinoamericano. Aunque en su espíritu
permanece una base de vivencias religiosas marcadas por el Evangelio,
emergen también y se entremezclan cosmovisiones ajenas a la fe
cristiana. Con el tiempo, teorías e ideologías introducen en nuestro
continente nuevos enfoques sobre el hombre que parcializan o deforman
aspectos de su visión integral o se cierran a ella.
1.2. Visión determinista
308.
No se puede desconocer en América Latina la erupción del alma
religiosa primitiva a la que se liga una visión de la persona como
prisionera de las formas mágicas de ver el mundo y actuar sobre él. El
hombre no es dueño de sí mismo, sino víctima de fuerzas ocultas. En esta
visión determinista, no le cabe otra actitud sino colaborar con esas
fuerzas o anonadarse ante ellas 78 .
Se agrega a veces la creencia en la reencarnación por parte de los
adeptos de varias formas de espiritismo y de religiones orientales. No
pocos cristianos, al ignorar la autonomía propia de la naturaleza y de
la historia, continúan creyendo que todo lo que acontece es determinado
e impuesto por Dios.
309.
Una variante de esta visión determinista, pero más de tipo fatalista y
social, se apoya en la idea errónea de que los hombres no son
fundamentalmente iguales. Semejante diferencia articula en las
relaciones humanas muchas discriminaciones y marginaciones
incompatibles con la dignidad del hombre. Más que en teoría, esa falta
de respeto a la persona se manifiesta en expresiones y actitudes de
quienes se juzgan superiores a otros. De aquí, con frecuencia, la
situación de desigualdad en que viven obreros, campesinos, indígenas,
empleadas domésticas y tantos otros sectores.
1.3. Visión psicologista
310.
Restringida hasta ahora a ciertos sectores de la sociedad
latinoamericana, cobra cada vez más importancia la idea de que la
persona humana se reduce en última instancia a su psiquismo. En la
visión psicologista del hombre, según su expresión más radical, se nos
presenta la persona como víctima del instinto fundamental erótico o
como un simple mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad.
Cerrada a Dios y a los hombres, ya que la religión, como la cultura y
la propia historia serían apenas sublimaciones del instinto sensual, la
negación de la propia responsabilidad conduce no pocas veces al
pansexualismo y justifica el machismo latinoamericano.
1.4. Visiones economicistas
311.
Bajo el signo de lo económico, se pueden señalar en América Latina
tres visiones del hombre que, aunque distintas, tienen una raíz común.
De las tres, quizás la menos consciente y, con todo, la más
generalizada es la visión consumista. La persona humana está como
lanzada en el engranaje de la máquina de la producción industrial; se
la ve apenas como instrumento de producción y objeto de consumo. Todo
se fabrica y se vende en nombre de los valores del tener, del poder y
del placer como si fueran sinónimos de la felicidad humana. Impidiendo
así el acceso a los valores espirituales, se promueve, en razón del
lucro, una aparente y muy onerosa «participación» en el bien común.
312. Al servicio de la sociedad del consumo, pero proyectándose más allá de la misma, el liberalismo económico, de
praxis materialista, nos presenta una visión individualista del
hombre. Según ella, la dignidad de la persona consiste en la eficacia
económica y en la libertad individual. Encerrada en sí misma y aferrada
frecuentemente a un concepto religioso de salvación individual, se
ciega a las exigencias de la justicia social y se coloca al servicio
del imperialismo internacional del dinero, al cual se asocian muchos
gobiernos que olvidan sus obligaciones en relación al bien común.
313. Opuesto al liberalismo económico en su forma clásica y en lucha permanente contra sus injustas consecuencias, el marxismo clásico
sustituye la visión individualista del hombre por una visión
colectivista, casi mesiánica, del mismo. La meta de la existencia humana
se pone en el desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La
persona no es originalmente su conciencia; está más bien constituida
por su existencia social. Despojada del arbitrio interno que le puede
señalar el camino para su realización personal, recibe sus normas de
comportamiento únicamente de quienes son responsables del cambio de las
estructuras socio-político-económicas. Por eso, desconoce los derechos
del hombre, especialmente el derecho a la libertad religiosa, que está
a la base de todas las libertades 79 .
De
esta forma, la dimensión religiosa cuyo origen estaría en los
conflictos de la infraestructura económica, se orienta hacia una
fraternidad mesiánica sin relación a Dios. Materialista y ateo, el
humanismo marxista reduce el ser humano en última instancia a las
estructuras exteriores.
1.5. Visión estatista
314.
Menos conocida pero actuante en la organización de no pocos gobiernos
latinoamericanos, la visión que podríamos llamar estatista del hombre
tiene su base en la teoría de la Seguridad Nacional. Pone al individuo
al servicio ilimitado de la supuesta guerra total contra los conflictos
culturales, sociales, políticos y económicos y, mediante ellos, contra
la amenaza del comunismo. Frente a este peligro permanente, real o
posible, se limitan, como en toda situación de emergencia, las
libertades individuales y la voluntad del estado se confunde con la
voluntad de la nación. El desarrollo económico y el potencial bélico se
superponen a las necesidades de las masas abandonadas. Aunque
necesaria a toda organización política, la Seguridad Nacional vista
bajo este ángulo se presenta como un absoluto sobre las personas; en
nombre de ella se institucionaliza la inseguridad de los individuos.
1.6. Visión cientista
315.
La organización técnico-científica de ciertos países está engendrando
una visión cientista del hombre, cuya vocación es la conquista del
universo. En esta visión, sólo se reconoce como verdad lo que la
ciencia puede demostrar; el mismo hombre se reduce a su definición
científica. En nombre de la ciencia todo se justifica, incluso lo que
constituye una afrenta a la dignidad humana. Al mismo tiempo se someten
las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la
tecnocracia. Una especie de ingeniería social puede controlar los
espacios de libertad de individuos e instituciones, con el riesgo de
reducirlos a meros elementos de cálculo.