miércoles, 29 de septiembre de 2010

HISTORIA DE LA IGLESIA

14. Historia de la Iglesia

Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo

Curso Básico de Doctrina


Una rápida mirada al periodo que abarca dos mil años aproximadamente, desde Pentecostés hasta nuestros días La Historia de la Iglesia no se estudia dentro de la Teología Dogmática, sino como un tratado aparte. Sin embargo, hemos decidido incluir un capítulo al respecto, pues su estudio resulta de gran utilidad para comprender la maravillosa acción de Dios en la historia y, por tanto, en la formulación de las verdades dogmáticas.

14.1 CONCEPTOS GENERALES

14.1.1 Concepto de historia de la Iglesia

Historia de la Iglesia es la parte de la historia general que estudia los hechos relativos al origen y desarrollo de la sociedad perfecta fundada por Jesucristo y que llamamos Iglesia.

Se, estudia, por tanto, el periodo que abarca dos mil años aproximadamente, desde Pentecostés hasta nuestros días.


14.1.2 La historia, manifestación de la Providencia

La historia no está sometida a fuerzas ciegas, a ciclos determinados ni es tampoco el resultado del azar. La historia en general es manifestación de la Providencia y la libertad humana.

Cualquier persona tiene deseos de conocer los antecedentes de su propia familia: de dónde procede, quiénes fueron sus parientes y qué hicieron. Es lógico, por tanto, que los cristianos tengamos el deseo de conocer la historia de nuestra Santa Madre la Iglesia,que es interés por saber los dones y las providencias de Dios, y la manera como los hombres correspondieron a esas gracias.


14.1.3 Protagonistas de la historia de la Iglesia

Quien quiera conocer bien la historio. de la Iglesia debe tener presente que hay dos elementos esenciales que la componen:

lo. El Espíritu Santo que la gobierna a lo largo de los siglos;

2o. Los hombres con su libertad, que pueden corresponder o no a esta acción del Espíritu Santo.

Llaman la atención los hechos admirables de santidad que encontramos en la Iglesia a lo largo de la historia. Hay también, ciertamente, errores, miserias y flaquezas de los hombres, consecuencia de la resistencia de algunos al amor de Dios. Sin embargo, es importante señalar que estas deficiencias humanas, sólo empañan un poco la faz de la Iglesia, q1ie es santa, sin mancha ni arruga, y muestran claramente que a pesar de los pecados de los hombres y la acción del demonio, la Iglesia permanece a lo largo de los siglos tal y como la quiso Cristo. Un motivo más para agradecer a Dios y amar más y más a nuestra Santa Madre Iglesia.


14.2 DIVISIÓN DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

14.2.1 División objetiva

Se hace en base a la descripción de determinados hechos acaecidos de particular importancia para la vida de la Iglesia.

Puede distinguirse:

a) la historia objetiva externa que se ocupa del estudio de las relaciones de la Iglesia con otras sociedades, civiles o religiosas, que ha tratado de cristianizar;

b) la historia objetiva interna trata de la constitución de la misma Iglesia a lo largo de los años, donde se muestra cómo conserva los mismos fundamentos puestos por Jesucristo y el modo como ha tratado de conducir a los hombres a la salvación mediante los sacramentos y la enseñanza de la Iglesia.


14.2.2 División cronológica

Se acostumbra dividir en periodos:

Edad antigua: desde el año 33 en que murió Cristo hasta el 476 en que cayó el Imperio Romano de Occidente;

Edad Media: desde el 476 hasta 1517, en que comienza la reforma protestante;

Edad Moderna: desde 1517 hasta nuestros días.

(Algunos señalan la llamada Edad Contemporánea que se iniciaría en 1914 con la Primera Guerra Mundial).

Esta división cronológica es imperfecta y aplicable sólo a la Iglesia latina; la griega no conoció la invasión de los bárbaros y carece, por tanto, de la Edad Media. Sólo tendrían Edad Antigua y Edad Moderna, siendo el punto de división el año 1453 con la caída de Constantinopla en poder de los turcos.

Otra división cronológica, un poco más exacta y clara se divide en cinco períodos:

I) ANTIGÜEDAD CRISTIANA. (33-692): El cristianismo se extiende en el mundo grecorromano. Puede dividirse en dos subperíodos:

a) 33-313: fundación, propagación y persecuciones de la Iglesia, hasta
el 313 con el edicto de Milán.

b) 313-692: se caracteriza fundamentalmente por la cristianización de los pueblos invasores, el desarrollo de la doctrina, y la irrupción del Islam que impone una grave limitación a la expansión de la Iglesia. En 692 se llevó a cabo el Concilio Trullano.

II) MEDIOEVO. (692-1303): Extensión de la Iglesia entre los pueblos germánicos y eslavos. Puede dividirse en dos subperíodos:

a) Alta Edad Media (692-1073): cuyos hechos más sabresalientes son la expansión de la fe más allá de lo que había sido el Imperio Romano, el influjo del feudalismo y el cisma griego de 1054.

b) Baja Edad Media (1073-1303): se extiende desde el inicio del pontificado de San Gregorio VII a la muerte del Papa Bonifacio VIII. En general se muestra el modo como el espíritu cristiano informa todo el que hacer de la sociedad: cultura, trabajo, política, etc.

III) EDAD NUEVA (1303-1648): edad de las reformas.
Puede dividirse:

a) Prerreforma (1303-1517): los hechos más sobresalientes son: el destierro de Aviñón; el cisma de Occidente; la interrupción del Renacimiento y la rebelión de Lutero en 1517.

b) La Reforma (1517-1648): está caracterizada fundamentalmente por la reforma protestante y las guerras de religión. Termina con la paz de Westfalia en 1648

IV) EPOCA MODERNA (1648-1914): período de descristianización. Se pueden distinguir dos subperíodos:

a) 1648-1789: años en que en términos generales puede señalarse como una época en que los nacionalismos y monarquías absolutas tratan de sojuzgar a la Iglesia. Este período terminaría en 1789 con la Revolución Francesa.

b) 1789-1914: durante estos años grandes masas, afectadas por el liberalismo, el marxismo, etc., se apartan de la Iglesia. Sobresale el Concilio Vaticano I y la condena al Modernismo por el Papa S. Pío X.

V) EPOCA CONTEMPORANEA (1914 -nuestros días): período de crisis espiritual y confusión. Llamada universal a la santidad.


14.3. I ANTIGÜEDAD CRISTIANA

14.3.1 La predicación apostólica

El día de Pentecostés los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, y comenzaron a predicar en diversas lenguas. Ese mismo día, San Pedro predicó a muchos y se convirtieron cerca de tres mil oyentes. Unos días después, con ocasión de la curación del cojo de nacimiento (cfr. Hechos 3, 11), el mismo Apóstol habló de nuevo a la muchedumbre y a los creyentes se sumaron otros cinco mil.

Los Apóstoles movidos por el Espíritu Santo se dispersaron para evangelizar el mundo conocido. San Pedro se dirigió a Antioquía y de ahí pasó a Roma para establecerse definitivamente en esa ciudad en el año 44. El mundo se llenó de cristianos en poco tiempo. Pocos hombres, llenos de fe, hicieron de fermento en la gran masa del mundo.

El testimonio de Tertuliano escrito hacia el año 200 es elocuente: "Somos de ayer y hemos llenado todo lo vuestro: ciudades, islas, campamentos, el palacio imperial, el senado, elforo; sólo os hemos dejado los templos vacíos".

La fe se extendió en lo que actualmente es Italia, Grecia, España, Francia, el norte de Africa y Asia.

Los cristianos llevaban una vida que conmovía profundamente a los paganos. El mismo Tertuliano dice que los gentiles admirados exclamaban refiriéndose a los cristianos: "Mirad cómo se aman, y cómo están prontos a morir los unos por los otros".


14.3.2 Las persecuciones

El Estado Romano consideraba a los primeros cristianos como un peligro para su seguridad y como impíos ateos, por lo que les aplicó la pena capital.

Fue Nerón el primer emperador romano que persiguió a los cristianos. El motivo o quizá pretexto de la persecución fue el incendio de la ciudad de Roma (en la noche del 18 al 19 de julio de 64), en donde se culpó a los cristianos. La persecución dio como resultado una gran multitud de mártires; entre ellos se cuentan San Pedro y San Pablo.

De las persecuciones sobresalen las realizadas en tiempo de los siguientes emperadores: Domiciano (81-96);Trajano (98-117); Septimo Severo (193-211); Decio (249-251); Valeriano (253-260) y Diocleciano (284-305).


14.3.3 Los mártires

Mártir es una palabra griega que quiere decir testigo. A los mártires se les tributa una veneración especial por haber sellado con su propia sangre la fe de Cristo. Buen ejemplo para que sepamos hasta qué punto debemos estar dispuestos a defender nuestra fe.


14.3.4 El Edicto de Milán

A principio del año 313, Constantino y Licinio emperadores, firmaron el Edicto de Milán por el que se concedía libertad de culto a los cristianos y la restitución de los bienes de la Iglesia. El cristianismo se equiparaba a la religión pagana y compartía con ella sus privilegios y derechos.


14.3.5 Las herejías

No todos recibieron íntegramente las verdades de nuestra fe. Pronto, surgieron las primeras herejías que fueron un peligro mucho mayor para la Iglesia, aún más que las mismas persecuciones, pues el enemigo que está dentro es mucho más peligroso.

Las herejías, sin embargo, han ayudado a precisar la expresión de las verdades de nuestra fe, pues la Iglesia se ha visto en la necesidad de dar definiciones y puntualizar verdades que pacíficamente se venían creyendo.

Pueden distinguirse a grandes rasgos las siguientes herejías:

a) Judaizantes: pretendían que los cristianos debían observar la ley judía;

b) Trinitarias: negaban la trinidad de personas en Dios, afirmando que son tres nombres o modos de una misma persona. Hay que incluir aquí a los modalistas, monarquianos y patripasianos.

c) Arrio: no quiso reconocer la divinidad de Jesucristo incurriendo también en una herejia trinitaria (cfr. 8.1.2).

d) Nestorio: negó la Maternidad divina de María por afirmar que en Cristo había dos personas (cfr. 8.1.2).

e) Pelagio: atacó la necesidad de la gracia y el dogma del pecado original.


14.3.6 Padres de la Iglesia

Papel importante en la lucha contra las herejías jugaron los Padres de la Iglesia que son: a) escritores que sobresalen por la ortodoxia de su doctrina; b) santidad de vida; c) antigüedad, y d) aprobación de la Iglesia. Estos hombres explicaron la doctrina de la Iglesia de una manera sistemática e hicieron más inteligible la verdad revelada con el empleo de la razón natural.

Entre los Padres de la Iglesia griega destacan: San Atanasio (sobresale por su defensa contra el arrianismo); San Gregorio Nazianceno, San Basilio y San Juan Crisástomo (el "pico de oro" por su excelente manera de hablar de las verdades de nuestra fe).

Entre los Padres latinos sobresalen: San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo (la versión de la Sagrada Escritura elaborada por él es su obra por excelencia) y San Gregorio Magno.


14.4. II EL MEDIOEVO

14.4.1 Expansión de la Iglesia por Europa

Un hecho sobresaliente de esta época es la conversión de los pueblos germánicos al cristianismo y su incorporación a la Iglesia Católica, tarea que duró varios siglos. La Iglesia dio a los pueblos germánicos no sólo los bienes sobrenaturales de la salvación eterna, sino también los medios culturales que les llevó a un progreso humano que ni ellos mismos sospechaban.

En esta época hay que situar la conversión al catolicismo de los Frisios, los Sajones, los Bávaros, los Alemanes, los Turingios, los Eslavos y los Normandos.


14.4.2 El Cisma de Oriente

Este cisma, conocido también como cisma griego, separó al Oriente (Balcanes, Asia y Rusia) del Occidente, abriendo un abismo tan profundo entre las dos comunidades que no ha vuelto a cerrarse sino pasajeramente y sin resultado permanente.

El Cisma se fue gestando. Se inició en el siglo IX y se consumó en el siglo XI (1054).

En el año 847, San Ignacio, patriarca de Constantinopla negó públicamente la comunión a César Bardas, que regía el Imperio, por razones de moralidad pública. César destituyó a Ignacio y nombró patriarca a Focio hasta entonces primer ministro. Focio recibió en una semana todas las órdenes hasta la consagración episcopal, con la particularidad de que se las concedió el obispo de Siracusa que había sido excomulgado por Ignacio.

El Papa Nicolás I, por el sínodo de Roma de 863, depuso de sus sedes a Focio y a sus partidarios. Focio pasó al ataque: acusó a los latinos de que usaban pan ácimo (sin levadura) para la consagración, como los judíos; que usaban el Filioque en el Credo; que habían impuesto el celibato a los clérigos y reunió un sínodo en 867 en el que depusieron al Papa por "herético y devastador de la viña del Señor".

Los sucesores de Focio en su sede mantuvieron una fría reserva ante Roma. Miguel Cerulario en 1054 consumó el cisma, haciendo prácticamente las mismas acusaciones hechas por Focio. El Papa San León IX interviene recordando su primacía y enviando tres legados a Constantinopla para que resolvieran todas las dificultades con el patriarca y el emperador. Por no llegar a un acuerdo los legados depositaron sobre el altar de Santa Sofía la sentencia de deposición y excomunión contra Miguel Cerulario (1054).

Días más tarde Miguel Cerulario reúne en Constantinopla un sínodo de obispos orientales, que pronunció a su vez, la excomunión contra el Papa. Esta vez la separación fue definitiva. El ejemplo de Constantinopla fue seguido por otros orientales: servios, búlgaros, rusos y romanos se unieron al cisma y se erigieron, para su desgracia, en iglesias autocéfalas.

El daño causado por este cisma ha sido enorme: no hubo pérdidas numéricas extraordinarias, pero sí se cerró para la Iglesia Católica la posibilidad de extenderse hacia Oriente. En cambio, para los orientales fue una desdicha separarse y han quedado como anquilosados y petrificados.


14.4.3 La Escolástica

Se llama escolástica a la filosofía de la segunda parte de la Edad Medía que, siguiendo un método especial, y tomando generalmente como gula a Aristóteles, se enseñaba en las escuelas episcopales y palatinas (de ahí su nombre, de "schola"). Sus seguidores eran denominados escolásticos; de estas escuelas pasó a las universidades.

La escolástica se caracteriza por un sistema peculiar de exponer la fe y se propone hacer ver cómo entre la razón y la fe, la filosofía y la teología, hay una íntima unión; la filosofía ha de ponerse al servicio ("anci11a", como esclava) de la teología.

El gran esplendor de la escolástica se alcanzó en el siglo XIII, con maestros insignes como San Alberto Magno, San Buenaventura, Alejandro de Hales, Duns Scoto y Santo Tomás de Aquino, sin duda la lumbrera mayor.

Santo Tomás de Aquino por la santidad de vida, la profundidad de su saber y la, precisión de su lenguaje sabe recoger toda la tradición cristiana anterior y elaborar una doctrina sistemática. Sus obras más conocidas son la Suma Teológica y la Suma contra gentiles. La Iglesia ha recomendado innumerables veces la filosofía y la teología de Santo Tomás, desde poco después de su muerte hasta nuestros días, calificándola como la doctrina más segura a seguir.


14.5. III EDAD NUEVA

14.5.1 El Cisma de Occidente

Por diversas circunstancias políticas, los Papas residieron en Aviñón (Francia) durante setenta años (1306-1377). Atendiendo a los ruegos de Santa Catalina de Siena, Gregorio X11 regresó a Roma. Sin embargo, a su muerte en 1378, la Cristiandad se dividió en dos bandos de marcada influencia política. La división duró cuarenta años con un Papa en Roma y otro en Aviñón.


14.5.2 Expansión de la Iglesia en América y Asia

Desde finales del siglo XV con el descubrimiento de América en 1492, el continente americano se abrió para la cristiandad, gracias a la actividad misionera desarrollada por españoles y portugueses. Las Filipinas fueron también evangelizadas lo mismo que la India, China y Japón, pero en estos dos últimos países hubo fuertes persecuciones.


14.5.3 La llamada reforma protestante

Fue forjada principalmente por Martín Lutero y Calvino. Lutero con una vida azarosa, siendo religioso, sacó la falsa conclusión de que la ley de Dios era impracticable y apoyándose en el texto de San Pablo (cfr. Rom. 1, 16-17) afirmó que el hombre se justifica por la sola fe, por la confianza en que seremos salvados, sin necesidad de nuestras buenas obras. Rechazó la Tradición cristiana reduciendo toda la Revelación a la Sagrada Escritura que puede ser interpretada, dice, por cualquiera y no por el Magisterio de la Iglesia. Dice que la Iglesia Romana no es ya la Iglesia de Cristo, se rebela contra el Papa y divide la Iglesia pretendiendo reformarla.


14.5.4 El Cisma de Inglaterra

El rey Enrique VIII (1509-1547) introdujo la falsa reforma y consumó el cisma inglés. Había sido un buen católico e incluso recibido el título de defensor de la fe por un escrito contra Lutero, sin embargo, cuando el Papa Clemente VII se negó en 1527 a declarar la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos de España), éste se unió con Ana Bolena e hizo que "el acto de supremacía" fuera votado por el Parlamento por el que se declaraba al rey cabeza de la Iglesia en Inglaterra, consumando así el cisma.


14.6. IV ÉPOCA MODERNA

14.6.1 El Concilio Vaticano I

Fue convocado por el Papa Pío IX, y se celebró en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, por lo que se denominó Concilio Vaticano I (1869-1870). En este Concilio fue definido el dogma de la infalibilidad del Papa: por la especial asistencia del Espíritu Santo, el Vicario de Cristo y sucesor de San Pedro, no puede errar si ejerce su magisterio ex cathedra en lo referente a la fe y a las costumbres.

El Papa Pío IX definió también el dogma de la Inmaculada Concepción (1854).


14.6.2 El Modernismo

El modernismo es una corriente de pensamiento que contiene muchos errores. Los modernistas intentan explicar la religión, sus dogmas y su moral por un sentido o sentimiento religioso que hay en el hombre. El modernismo es el intento de acomodar la fe a las filosofías "modernas" de tipo inmanentista. Los errores modernistas siguen una línea agnóstica, inmanentista y un evolucionismo radical.

El Papa San Pío X, condenó el modernismo repetidas veces, pero de modo especial en la encíclica Pascendi de 1907 verdaderamente providencial por adelantarse y desenmascarar con detalles los errores modernistas, atajándolos con prudentes medidas disciplinares.


14.7. V ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

14.7.1 El Concilio Vaticano II

Fue convocado por el Papa Juan XXIII en 1962 y clausurado por Pablo VI en 1965. Se propuso actualizar la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma. Trató de la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad religiosa, etc. Recordó el Concilio la llamada universal a la santidad.


14.7.2 Llamada universal a la santidad

El Concilio Vaticano II recordó la universal vocación a la santidad de todos en la Iglesia, esto es, que los fieles deben aspirar a vivir la santidad que consiste en la plenitud de vida cristiana y la perfección de la caridad (cfr. Conc. Vaticano II, Const.Lumen Gentium, cap. V). Sin embargo, hay que decir que esta doctrina recordada por el Concilio la venía predicando desde 1928 San Josemarla Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei

"El Opus Dei se propone promover entre personas de todas las clases de la sociedad el deseo de la perfección cristiana en medio del mundo. Es decir, el Opus Dei pretende ayudar a las personas que viven en el mundo -al hombre corriente, al hombre de la calle-, a llevar una vida plenamente cristiana sin modificar su modo normal de vida, ni su trabajo ordinario, ni sus ilusiones y afanes.

Por eso, en frase que escribí hace ya muchos años, se puede decir que el Opus Dei es viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo. Es recordar a los cristianos las palabras maravillosas que se leen en el Génesis: que Dios creó al hombre para que trabajara. Nos hemos fijado en el ejemplo de Cristo, que pasó la casi totalidad de su vida terrena trabajando como un artesano en una aldea. El trabajo no es sólo uno de los más altos valores humanos y medio con el que los hombres deben contribuir al progreso de la sociedad: es también camino de santificación" (Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, ERSA, 1985, n. 24).


14.7.3 Juan Pablo II y la "Teología de la liberación"

El 16 de octubre de 1979 es elegido Papa Juan Pablo II. A la fecha son muchas acciones en servicio a la Iglesia que sobresalen. Sus infatigables viajes iniciados con el de México (1979), han removido hondamente al mundo entero.

En 1985 convocó un Sínodo Extraordinario de los Obispos para reflexionar sobre el Concilio Vaticano II, y urgir a los fieles en su conocimiento y aplicación. Sobresale, sin lugar a dudas, su preocupación por desenmascarar una corriente de pensamiento que se denomina Teología de la liberación.

En Agosto de 1984 el Santo Padre Juan Pablo II aprobó una Instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe que pretende: "atraer la atención de los pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que implican ciertas formas de teología de la liberación que recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista".

Se trata, por tanto, de toda una "corriente de pensamiento que, bajo el nombre de "teología de la liberación" propone una interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aún más, que constituye la negación práctica de la misma".

La llamada "teología de la liberación" asume el análisis marxista de la realidad y sus principios: a) materialismo histórico: que señala que las causas de los acontecimientos históricos son exclusivamente económicas y la historia es la historia de la lucha de clases, y b) la praxis: la verdad no es, sino se hace; lo que importa es la ortopraxis.

Estos principios de corte marxista los aplican a la interpretación del Evangelio y a la práctica pastoral, con lo que logran desfigurar nuestra fe. Para la "Teología de la liberación":

a) Jesucristo: es considerado no como verdadero Dios Encarnado que, con su Muerte y Resurrección, nos ha redimido, sino como un símbolo de la humanidad que lucha por la liberación de los "opresores", y que muere en defensa de los pobres;

b) La Iglesia: debe tomar parte en la lucha de clases pues la "neutralidad" es imposible ya que equivale a estar con los poderosos. De ahí que debe tener una "opción preferencial por los pobres" y constituirse en "Iglesia del pueblo- que nace del pueblo, y que reconoce la jerarquía sacramental que es "clase dominante" y por tanto debe ser combatida (cfr. Puebla, nn. 262-263).

c) La fe es reducida a "fidelidad a la historia"; la esperanza a "confianza en el futuro---; la caridad a la "opción por los pobres".

d) Los sacramentos: son "celebraciones del pueblo que lucha por la liberación": se indoctrina en este sentido al pueblo por medio de homilías, cambios en la liturgia, etc., para que "tomen conciencia de clase" y se les anima a la lucha contra la "clase dominante". Curiosamente, así la Iglesia viene a ser -según estos "teólogos" respecto a los pobres, lo que el partido comunista pretende ser respecto al proletariado.

e) La escatología es sustituida por el "futuro de una sociedad sin clases" como la meta de la liberación en la que se habrá "hecho verdad" el amor cristiano a todos, la fraternidad universal.

Evidentemente se trata de un peligroso cúmulo de errores al ser una completa subversión del cristianismo.

Los errores pueden sintetizarse así:

a) Evangelio para sacar de ahí una praxis: ese principio es el materialismo histórico, que niega la prioridad del ser sobre el hacer, y por tanto, de la verdad y el bien de la acción humana. Este principio es totalmente falso y no es demostrado ni demostrable;

b) la lucha de clases no sólo es un error porque sea contrario a la caridad (puede haber una guerra justa, existe la legítima defensa, etc.), sino que es un error sobre todo porque se le concibe como algo necesario, ineludible y constitutivo de la historia negando la libertad de la persona y su capacidad para dirigir la historia mediante esa libertad y contando con la Providencia divina;

c) además de negar verdades fundamentales (sobre Cristo, la Iglesia, los Sacramentos, etc.), en la práctica, conduce a someter a la Iglesia a una dirección política determinada, no sólo ajena a su misión sobrenatural, sino que desemboca en una situación humana el error radical está en el mismo "principio hermenéutico" con el que se pretende interpretar el deplorable, como es el socialismo real, en el que la persona no cuenta ni se le reconoce su dignidad de hijo de Dios.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, puede darse una verdadera Teología de la liberación, es decir, del pecado y sus consecuencias (no sólo de sus consecuencias materiales).

"Una de las condiciones para el necesario enderezamiento teológico es la recuperación del valor de la enseñanza social de la Iglesia " (. . .) "La enseñanza de la Iglesia en materia social aporta las grandes orientaciones éticas. Pero, para que ella pueda guiar directamente la acción, exige personalidades competentes, tanto desde el punto de vista científico y técnico como en el campo de las ciencias humanas o de la política (. . .) A los laicos, cuya misión propia es construir la sociedad, corresponde aquí el primer puesto" (Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación", (Libertatis nuntius, 6-VIII-84, XI, 14).

La Instrucción de VIII-84, "anunciaba la intención de la Congregación de publicar un segundo documento, que pondría en evidencia los principales elementos de la doctrina cristiana sobre la libertad y la fiberación". La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó con fecha 22-111-86, una segunda Instrucción "Sobre la libertad cristiana y la liberación". "Entre ambos documentos -se lee en el segundo-, existe una relación orgánica. Deben leerse uno a la luz del otro" (n. 2).

La Instrucción de 111-86, se "limita a indicar los principales aspectos teóricos y prácticos" acerca de la libertad y la liberación; conceptos íntimamente relacionados entre sí, que deben entenderse en su justo sentido, pues aquellas "desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana" siguen vigentes y "lejos de estar superadas, las advertencias hechas parecen cada vez más oportunas y pertinentes" (n. l).

Algunos de los exponentes de la "Teología de la liberación" apoyándose en este documento han pretendido hacer ver que la Iglesia "aprueba" la erronea "Teología de la liberación" que ellos sustentan. Nada más lejos de la verdad. El segundo documento expone el verdadero concepto de la libertad: "la libertad no es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es la libertad para el Bien, en el cual solamente reside la Felicidad. De este modo el Bien es su objetivo. Por consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al conocimiento de lo verdadero, y esto -prescindiendo de otras fuerzas- guía su voluntad" (n. 26). Explica, también, la necesidad de una liberación del mal, del pecado.

El documento pone de manifiesto el papel que desde siempre ha hecho la Iglesia para ayudar al hombre: "La Iglesia tiene la firme voluntad de responder a las inquietudes del hombre contemporáneo, sometido a duras opresiones y ansioso de libertad. La gestión política y económica de la sociedad no entra directamente en su misión (cfr. Const. past. Gaudiun et Spes, no. 42, 2). Pero el Señor Jesús le ha confiado la palabra de verdad capaz de iluminar las conciencias. El amor divino, que es su vida, la apremia a hacerse realmente solidaria con todo hombre que sufre. Si sus miembros permanecen fieles a esta misión, el Espíritu Santo, fuente de libertad, habitará en ellos y producirán frutos de justicia y de paz en su ambiente familiar, profesional y social" (n. 6l).


14.7.4 Año Mariano

El Papa Juan Pablo II proclamó un Año Mariano del 7-VI-87 al 15-VIII-88.

"Precisamente el vínculo especial de la humanidad con esta Madre me ha movido a proclamar en la Iglesia, en el período que precede a la conclusión del segundo Milenio del Nacimiento de Cristo, un año Mariano" (Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-111-87).
14.7.5 Sínodo sobre los laicos

En el mes de Octubre de 1987 se desarrolló en Roma un Sínodo convocado por el Papa Juan Pablo II, con el titulo: "La misión de los laicos en la Iglesia y en el Mundo".

Es verdaderamente importante, para el desarrollo que dará a la Iglesia, y contribuye a despertar en la conciencia de los cristianos la convicción de que todos están llamados a la santidad y a participar -cada uno a su modo, según la vocación recibida- en la misión apostólica que Jesucristo confió a la Iglesia entera.

Con fecha 30 de diciembre de 1988, se publicó la Exhortación Apostólica, Post-Sinodal, Christi fidelesLaici, de su Santidad Juan Pablo II, sobre la Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo. Documento que vale la pena leer, pues es "particularmente importante que todos los cristianos sean conscientes de la extraordinaria dignidad que les ha sido otorgada mediante el santo Bautismo" n. 64 del Documento.


14.7.6 El Cisma de Lefébvre

El 30 de junio de 1988 el Arzobispo Marcel Lefébvre consumó el último Cisma que ha desgarrado la unidad de la Iglesia Católica, al consagrar Obispos sin mandato apostólico a cuatro de sus seguidores en la "Fraternidad Sacerdotal de San Pío X"

"A ningún Obispo -señala el canon 1013- le es lícito conferir la ordenación episcopal sin que conste previamente el mandato pontífico " "El Obispo que confiere a alguien la consagración episcopal sin mandato pontífico, así como el que recibe de él la consagración –añade el canon 1382- incurren en excomunión latae sententia reservada ala Sede Apostólica".

Mons. Lefébvre y quienes le siguen, se declaran guardianes de la fe y de la tradición y rechazan el espíritu del Concilio Vaticano II y las reformas que inspiró. Sostienen que la Iglesia Católica Romana está infectada de modernismo, que hay un falso ecumenismo que se encuentra en el origen de todas las innovaciones del Vaticano II, en la liturgia, en las relaciones nuevas de la Iglesia y del mundo, en la concepción de la Iglesia misma, que conduce a su ruina y a los católicos a la apostasía.

Es evidente que las posturas Lefebvristas no tienen fundamento y que presentan un claro rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice y de la comunión con los fíeles de la Iglesia a él sometidos.

Lefébvre ha incurrido -como casi todos los cismáticos y herejes en la "fidelidad a la Iglesia" (a la imagen que él mismo se ha forjado de la Iglesia) y, por tanto, a abandonar la Iglesia que dicen defender.

La Santa sede ha hecho todo lo posible por evitar que se llegase a esta dolorosa situación para toda la Iglesia, luego de muchos años de dramáticos intentos ha prevalecido un correoso atrincheramiento del Obispo rebelde en posiciones incompatibles con la fidelidad a todo el Magisterio de la Iglesia y con la obediencia a la suprema autoridad del Vicario de Cristo.

Días antes de consumarse el cisma, el Papa Juan Pablo II, envió una carta a Mons. Lefébvre. El último párrafo de esa carta es una de tantas muestras dadas por el Papa para evitar el cisma:

"Os invito ardientemente a volver, humildemente a la plena obediencia al Vicario de Cristo. No solamente os invito a ello, sino que os lo pido por las llagas de Cristo, que la víspera de su Pasión pidió por sus discípulos "a fin de que todos sean uno ". A esta petición e invitación uno mi plegaria cotidiana a María Madre de Cristo. Querido hermano, no permitáis que el año dedicado de una manera muy especial a la Madre de Dios traiga una nueva herida a su corazón de Madre. Vaticano, 9 de junio de 1988, Juan Pablo II."


14.7.7 Vida y Muerte de Juan Pablo II e inicio del Pontificado de Benedicto XVI

Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

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